viernes, 25 de abril de 2014

Bañera

Apago las luces. Mi casa queda en la penumbra de un anochecer de abril mientras me tumbo en la bañera vacía. Sobre mí, un pequeño ventanuco deja caer una luz acerada que me acompaña en el pensamiento de ti. Al estar aquí tumbado y solo, reflexiono sobre la inesperada comodidad de las bañeras de una plaza; incluso aún me estoy planteando la posibilidad de pasar aquí la noche, puesto que no hay nadie conmigo que vaya a impedírmelo (tan sólo mi rabadilla quejumbrosa se muestra en contra). 
Creo que las bañeras monoplaza estándar de apartamento están diseñadas para esto. Para pensar. Para permanecer por un instante suspendido en el mundo que gira. Mientras suenas en mí como una música de fondo, sospecho que la estrechez del espacio de baño te impide sentirte abandonado: las paredes de loza tratan de abrazar tu espacio y no guardan sitio para nadie. Es como si la bañera y las cortinas me estuvieran haciendo compañía a la sombra de un patio trasero. 
Desde aquí, mientras tus ojos son mi jazz de tocadiscos, oigo el ruido de la calle. Del vecindario. Ahora que termina abril, el mundo se mueve con más agitación y energía, porque la luz ha vuelto como un Jesucristo estacional para arrastrarnos a la cariñosa primavera. En el campo de fútbol gritan más fuerte, en la carretera los coches circulan hasta más tarde, en el piso de arriba la madre anda con tacones, los hijos reclaman a otros hijos, las risas se dividen y se propagan, las disputas tienen más fuego, los niños lloran más alto, los gemidos de amor son más agónicos. Por eso noto, con este viraje al rojo, la primavera, y esto en parte apacigua mi soledad.
Aun así, siento el impulso de ver a alguien, a quien sea. Querría llamar a cualquiera y salir de mi casa, mas sé que nadie está disponible. Necesito alejarme de la única persona con la que puedo estar en cualquier momento, porque por algún motivo con ella me siento aún más solo en el mundo que aquí. Es en momentos como este en los que te me apareces con tus ojos de otoño inquisitivo, con ese aire tuyo de estar a un paso de ser una sonrisa, de estar a un paso de ser una caricia, de estar a un paso de significar algo. Ahora te veo bajando como una brisa suave y abrazándome desde arriba, cayendo sobre mí como una dulce niebla que me envuelve en tu ser ausente. Supongo que, como otras veces, mis fantasías y deseos no son sino un reflejo de una carencia que no conozco ni sé cómo evitar, pero eso no hace que te quiera menos en mis sueños y te desee menos en mis realidades. 
La verdad es que no sé qué me pasa contigo. Veo que a la persona a la que amo le pasa con otra persona algo parecido a lo que a mí me ocurre, pero no parece importarme porque estás tú ahí, haciendo rebosar mi mente de deseos e ilusiones absurdas que me distraen de lo que realmente está sucediendo. Mi pareja está enferma en silencio, algo hace que ambos busquemos fuera de ella sin darnos cuenta, y sin embargo eso me produce sólo una ligera tristeza, porque estás siempre tú. Tú que no eres ni serás nada de lo que planeo tener realmente en mi vida, tú que ni siquiera eres lo que creo que yo busco, y que sin embargo cada día recuerdo y deseo sin querer hacerlo. Creo que me aferro a ti para no enfrentarme a algo que desconozco, o para sentirme triste y compadecerme de mi estupidez y mi presunta mala suerte.
Pero ese razonamiento no evita de ninguna manera que siga pensando en mirarte a los ojos y besarte. Besarnos y que toda mi vida se desintegre en un instante de sinsentido para probablemente después arrepentirme. Sencillamente quiero amarte, amarte como a veces creo que no puedo hacer con nadie, sólo amarte con toda mi alma como si esa acción fuese lo más fácil y natural que existiera para nosotros en el mundo. Hacer que ese aire tuyo de estar a un paso de ser una sonrisa, de estar a un paso de ser una caricia, de estar a un paso de significar algo, deje de ser un temeroso gesto de una voluntad incompleta, al igual que la mía. Quisiera a través de ti hacerme sentir que amar es fácil para dejar de sufrir por no poder hacerlo.
Ya ha anochecido en el ventanuco. Alguien se ducha ahí arriba. Tengo frío, pero, como siempre, ni siquiera me había percatado de todo esto. Estaba ocupado viviendo en esa reflexión de mí que eres, en esa invención que he pintado con tu hermosa calidez y la sonrisa de tu rostro de niña. Como marioneta de mí mismo que eres quiero decirte algo: te amo. Y lo haré siempre, seas la persona que seas, porque aunque ahora eres ella, en el futuro serás otra, y sin embargo siempre serás yo mismo bajo la cara de un objeto inalcanzable.  

Eres lo contrario a la noche (I)