martes, 6 de octubre de 2009

Nudos


Érase, porque así se quiso que fuera, y sin lugar a dudas, un niño. Un bebé. Un bebé al que su madre, como cualquier madre, amaba por encima de todo, sin motivo especial mas que ese vínculo incondicional por todos conocido. Su padre y ella jugaban con él, hacían muchas cosas juntos, y por supuesto, siempre le amaron.
Pronto, el niño comenzó a hablar. Y cómo hablaba. Hijo único y sin primos que le eclipsaran, pronto abarcó con su inocente sonrisilla la atención de todos los que le rodeaban. Sus padres no podían estar más orgullosos de él. Padres sabios, estudiosos y amantes de lo culto, grandes filósofos, veían en su hijo un cerebro admirable. Su hijo era inteligente, y ellos no escatimaron halagos para él. Era el regalo del cielo que nunca imaginaron.
Así, él iba creciendo, arropado y querido, el centro de su propio universo. Sin embargo, pronto cambiarían las tornas. Su padre, quien poseía un desvencijado y desordenado cerebro lleno de todo tipo de conocimientos, acudía todos los días a un lugar mágico que el niño desconocía, a ordenar su cabeza. Aquél sitio (que su madre llamaba "universidad") ocupaba la mayor parte del tiempo del hombre que el niño más admiraba. Y su madre... Su madre no estaba. Ella le cuidaba, le daba de comer, le acompañaba a la guardería, pero no estaba. En ciertas ocasiones, pese a sus denudados esfuerzos, se quedaba tirada en un sillón como muerta, y no era capaz de moverse ni sonreír. Vivía en un pozo que para el niño era inimaginable, una sombra de deseos mal hechos e ilusiones al contado, un dolor de una vida entera. Para el niño, esto era un pequeño horizonte de sucesos, una extraña afección que le robaba a su madre.
Y él, siendo el pequeño principito de día, era destronado de noche. Y en su cabeza, las ideas se entrecruzaban, y formaban nudos. Nudos que después serían difíciles de desenredar. Él pensó. Y sintió. En el fondo de su alma, llegó a la conclusión de que se le quería por lo que hacía, por ser inteligente. Y su seguridad fue apoyándose por completo en ello. Sin darse cuenta, el niño dejó de aceptar que le amaran. Él no se sentía digno de ser amado, y en algún rincón de su alma, no podía soportar fallar, pues eso suponía perder todo rastro de amor. Se convirtió en alguien que no falla. En un ser que compitió siempre que pudo, que no soportaba perder jamás, que nunca permitió que algo fuera imperfecto si él podía evitarlo. Era cariñoso, gracioso, bueno con todos y sobre todo, inteligente. Eso no podía faltar, tenía que ser inteligente. Pues para él, su madre en aquellos antiguos momentos, le olvidaba, dejaba de quererle. Si él no hacía nada, nadie le querría.
Tuvo mentores que lo guiaron por las sendas del conocimiento, y de qué manera. Tuvo compañeros que le odiaron, y compañeros que le siguieron. Sufrió golpes, pasó peligros, superó temores, alcanzó éxitos, hizo historia en su propia historia. Todo aquello fue reforzando las raíces de aquello con lo que ahora convivía, y cuanto más se esforzaba, más parecían quererle. O eso creía él.
Pronto, su coraza de patito feo se resquebrajó, y dejó paso al cisne que nunca imaginó ser. Encontró a compañeros con los que hablar, un lugar en el mundo exterior donde era aceptado sin ser juzgado. Encontró a quien amar, o a quienes. Cometió errores, y aprendió de ellos. Fue abriéndose paso de manera razonablemente feliz en su propia vida, y acabó donde había partido. De pronto, se encontró siendo el centro de atención. Parecía que la gente le quería. Pero algo en su interior se revolvía, daba patadas contra su cabeza, le arrancaba los párpados a marchas forzadas y movía su lengua para mantener el tipo. Poco a poco se iba hundiendo a si mismo, porque tanto esfuerzo para hacer que le quisieran, le estaba agotando. Cuando le abrazaban, sin poder evitarlo, sentía que en realidad no se lo merecía; cuando todos le rodeaban y le miraban, inconscientemente creía ver en sus pupilas una exigencia, que estaba obligado a dar la talla, a ser lo que debía ser para que todos le quisieran.
Y se fue alejando, quedándose solo, olvidado. Haciendo daño a aquellos que le apreciaban. Esperando en un rincón a que el niño inteligente levantara la cabeza y viera que no se esperaba de él nada, ni estaba obligado a darlo.

El peso de ser poco corriente reside en las expectativas que se colocan sobre él...

Lo siento
Dan~

4 comentarios:

  1. Los pelos de punta, Dan.

    Yo también me he sentido así en muchas ocasiones. Yo también he sido niña querida si las cosas se hacían bien. Tú eres hijo único y yo, yo soy la que sobra. Y siempre me sentiré así.
    Hay tantos lugares donde me gustaría esconderme a veces, tantos lugares donde llorar no signifique que te estén preguntando continuamente si estás bien. A veces no necesito que me pregunten si estoy bien, porque mi cara lo demuestra. ¿Para qué disculparte? Mañana será un viejo día que nuevamente se parece al anterior, y así, sucesivamente, insistentemente, el camino nos pisotea. Tú no eres el culpable de todas esas cosas que pasaron y te diste cuenta, tú no eres el culpable de nada. La inteligencia no es mala. Nadie te va a utilizar por ello si sabes ser listo. Eres una de las mejores personas que he podido conocer y de las que jamás me olvidaré, porque en mi vida te encuentras ahí. Joder, siempre lo has estado.

    Los motivos por los que ahora las cosas han cambiado son simples. Madurar significa cambiar y cambiar no siempre es bueno. Cambian los lugares, las clases, los compañeros, los grupos, cambias tú y cambian, sobretodo, las personas que apreciamos. Yo no puedo tenerte metido en un puño como una bola de cristal de un transparente pulcro y puro porque tenga miedo de que caigas en el agujero que forma la sociedad y te manches de su ignorancia. Sobretodo porque yo no soy quién para hacer eso. Pero, Dan, para mi eres especial y lo sabes. No creo que las cosas puedan hundirse más de lo que están ahora sumergidas, más que nada porque no puedo permitirlo. hay veces que uno mismo se asusta de las decisiones que ha tomado y... Dan... Me arrepiento de haber decidido alejarme de tí por, simplemente, tener miedo de que descubras quien soy.

    A veces, hablando contigo, suelo sentirme desnuda, desnuda ante tí, sin nada que pueda cubrir lo que soy. Dices que eso es bueno pero... Suelo sentir dolor. Y lo entiendo. Porque si las lágrimas que caen escuecen y todo lo que escuece cura pero... He encontrado una manera de pensar sobre mí que jamás creí que llegaría a percibir. Y eso, sé que es bueno y ayuda y por eso te doy las gracias. Pero no quiero perder la esencia que me hacía ser Isolda. Tú puedes comprenderme...

    De todos modos sabes que te quiero, mucho, y que eso no creo que sea algo que diga mucha gente de verdad. Gracias por escucharme siempre que te lo pido.

    Y no te preocupes, las cosas pasan..

    Noem.

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  2. Dan, no sientas sentir ni sentirte así. Sé que parece una "jodida bobada", pero sigue desgranando tus ideas y tus dolores en un papel, en una página web, y dentro de equis años, ya verás, cómo todo es tremendamente distinto de como lo pensaste. Fíjate lo que te quiere esta chica. No te pongas el límite que te ponen los que te engendraron, pues para ellos siempre serás tan brillante como las estrellas y nunca, nunca, nadie atrapó una. Sé tú mismo y disfruta de ser inteligente y sensible y de no cumplir sus expectativas, siempre y cuando hayas marcado con tinta las tuyas, y sé feliz. Un beso.
    LADY JONES

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  3. Dan, un consejo personal: convierte cada problema en un reto, una meta, un fin que has de superar para sentirte bien contigo mismo y con la gente que te rodea. Así la vida, toma otro sabor, otro aspecto...se hace más interesante.

    A veces pecamos en exceso de pensadores, la ignorancia en ocasiones, es buena compañera ^^

    Un abrazo.

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  4. Gracias Héctor, es algo que intento seguir haciendo desde hace años, mi método y búsqueda personal de la felicidad en mi interior, y las situaciones en las que la vida me va colocando siempre me ayudan a entender y avanzar, dándome siempre una moraleja final: nunca has acabado de aprender. Cuántas veces he creído que había superado algo, y di con la clave de un dolor más profundo y enquistado, no las cuento con los dedos... Pero no es un desconsuelo, sino al contrario: sé que sigo avanzando, y eso me anima a seguir escarbando hasta conseguir superar mis neurosis, las que todos tenemos.
    Siempre he pensado que en los institutos debería haber una asignatura obligatoria de Educación emocional, consiguiendo así una armonía mayor en el mundo... Si se nos enseñara esa capacidad introspectiva desde pequeños, muchos problemas estarían solucionados de entrada, y es sorprendente el poder que puede llegar a tener esto que propongo.

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